Refugio Maihue

Lago Maihue, Región de Los Ríos, Chile, 2020

Dentro de la categoría refugio hoy caben muchas cosas, y el concepto se ha ido diluyendo en la medida que ha sido asociado más a una segunda vivienda de agrado – en lugares alejados de la ciudad – que a su condición más propia de resguardo básico frente a un contexto adverso. Con este proyecto, ubicado en un lugar remoto del sur de Chile, en medio de la naturaleza, hemos querido volver a la esencia de lo que significa un refugio.

Buscamos en un refugio físico un amparo o resguardo de alguna amenaza o condición externa que nos deja desprovistos, desnudos, o en alguna medida frágil. El refugio está relacionado con suplir o conseguir una necesidad básica de cobijo, lo cual nos remite a una cierta elementalidad de lo estrictamente indispensable para habitar en un contexto adverso.

Así abordamos este encargo de refugio para una familia joven en el Lago Maihue. Es un lugar adentrado en la cordillera de Los Andes, al cual se accede en balsa y cuya fuente de provisiones más cercana queda a varios kilómetros de distancia.

Una construcción acotada y simple; un espacio flexible para dar cabida a los diversos usos del habitar – estar, comer, dormir, jugar –, donde cada parte tiene que ser parte y todo al mismo tiempo porque no sobra ningún metro. De este modo, el espacio central y más amplio del refugio – donde transcurre toda la vida familiar “al resguardo”–, hace las veces de living-comedor durante el día y en la noche pasa a ser dormitorio.

El refugio está pensado como una gran sombra que distingue 4 “momentos” fundamentales: acceso, espacio interior público, espacio interior privado y terraza. Los 3 primeros momentos se desarrollan en secuencia lineal, mientras que la terraza los acompaña lateralmente tomando todo el largo del refugio, como un gran balcón hacia el lago, orientado al este. De esta manera, el espacio exterior de la terraza se suma – ventanas de por medio –, al espacio interior acotado, conformando un solo espacio ampliado, bajo un solo plano inclinado de cubierta.

La relación entre los 4 momentos está marcada por un circuito interior-exterior que los va hilando, alargando al máximo el recorrido bajo esta sombra construida, lo cual permite el movimiento y el juego de los niños, especialmente en días de lluvia, tan propios del sur de Chile.

Arquitectos: José Ignacio Valdivieso.

Colaboradores: Helena Larrain y Pedro del Río.