Granero el Tranque
Padre Hurtado, Región Metropolitana, Chile, 2015
El proyecto se trata de una pequeña nave para el guardado de fardos y para la realización de trabajos agrícolas que necesitan un resguardado de la intemperie. Un programa muy sencillo de primera necesidad agrícola, que generalmente se resuelve instalando un galpón metálico prefabricado. Ahí estuvo el primer desafío: lograr algo más económico que la alternativa obvia de mercado con una arquitectura a la medida del lugar y del programa, en una apuesta por volver al galpón de madera, prácticamente olvidado en la industria agrícola moderna de la zona central de Chile.
El galpón está ubicado en medio del campo y sus principales estrategias de diseño están orientadas a mantener el pasto en óptimas condiciones de guardado, mediante lógicas de ventilación, control del asoleamiento y reducción de la humedad.
La nave permite usos muy flexibles bajo una gran sombra, que en el contexto agrícola se hace necesario. Sus grandes aleros multiplican las posibilidades de cobijo, no solo por el interior de la nave sino también alrededor de ella.
Una primera restricción autoimpuesta para bajar los costos al mínimo fue resolver la nave completa con piezas de pino radiata disponibles en el mercado, usando el largo completo de cada pieza y procurando la menor pérdida posible de material. No se usó ningún tipo de laminado ni piezas especiales.
La nave tiene un pequeño zócalo de hormigón de 50 cm de altura que cumple dos funciones: alejar la estructura de madera que conforma la nave de la humedad del suelo y mantener seco el espacio interior. Esta altura a su vez facilita la labor de carga y descarga de camiones o colosos que diariamente van a tomar o dejar fardos.
Sobre este zócalo se fijaron los pies derechos que conforman la estructura perimetral del galpón. Estos fueron dispuestos por fuera de la nave para optimizar el espacio interior y lograr muros continuos que facilitan el guardado, eliminando lo más posible los rincones que son focos de suciedad permanente, muy perjudicial para la alimentación animal. Dispuestos de esta forma, los pies derechos marcan un ritmo vertical continuo, que resaltado por sus sombras proyectadas en la fachada, establecen un contraste permanente entre la geometría pura del galpón y la irregularidad del paisaje abierto en que se emplaza.
La cercha que se monta sobre estos pies derechos está compuesta por 3 triángulos que soportan la cubierta sin interferir en el volumen de guardado, totalmente despejado, formando en la repetición de la cercha, tres corredores de aire que mantienen el interior fresco y ventilado. Ambos triángulos laterales, vuelan sobre el plomo de las fachadas norte y sur respectivamente, formando dos aleros que resguardan la estructura de la lluvia, al mismo tiempo que dan sombra y cobijo a los caballos que hay en el lugar.
Si bien el encargo fue una bodega para el guardado de fardos, la nave fue pensada para albergar usos diversos, dejando la posibilidad a que ésta pueda funcionar como taller u otro uso relacionado con habitar la nave. Por esta razón me pareció fundamental introducir la luz natural, controlándola cuidadosamente según la orientación.
Al norte y al sur la luz aparece controlada por sobre los muros y bajo los aleros que cuidan de las lluvias predominantes. El sol del poniente se trabajó con quebrasoles horizontales que reflejan la luz hacia el interior sin que entre nunca de manera directa. La luz del oriente fue tratada del mismo modo, por sobre la altura del portón.
Dada la rotación y variación de los cultivos entre un año y otro y de estos en el tiempo, la flexibilidad programática parece un atributo muy relevante en este tipo de naves de guardado agrícola. Atender a esta realidad tan propia del mundo agrario, asegurando ciertas mínimas buenas condiciones desde las estrategias de diseño, permite que la obra sirva en el tiempo, sea parte del lugar y no tenga que ser reemplazada a cada cambio de cultivo, con todo el impacto en nuestro paisaje, que el construir y demoler suponen.
Arquitecto: José Ignacio Valdivieso.